miércoles, 11 de febrero de 2009

¡Llegó Sarah!

Mi querida moniquilla,
quiero decirte ésta vez,
que Sarah, en su niñez,
desea ser feliz,
eso si…¡como una lombriz!,
¡hasta llegar a su vejez!

Estimada hermana Mónica, muy lejana resultaste
increíble, ¡que contraste! con nuestra niñez platónica,
ahora que tienes canastilla,
que nueve meses han pasado,
quiero escribirte con agrado
¡mi querida moniquilla!

Muy feliz debes estar, claro, ¡es una niña!,
como cuando estás en la campiña, en un crepuscular,
última etapa de madurez
significa tener muchachos,
ahora tendrás mostachos
¡quiero decirte ésta vez!

Quiero que crezca sana y sin mucha negativa,
no le eches lavativa, ¡por favor! dale un mañana,
quiero que le des emociones,
fortalécela con sensatez,
que no existan nubarrones
¡para Sarah, en su niñez!

Demuestra que eres digna, al haberla concebido,
que no digas: ¡hubiera querido! una niñez menos maligna,
así que la directriz
y para todos la consigna:
¡ella, será benigna!
¡ella, desea ser feliz!

Para muchos por ahí, siempre has sido loquita
no saben que eres bendita, aquel argumento es baladí,
hoy tu cuerpo tiene un matiz
¡grueso! a mi modo de ver
ahora tendrás que comer
eso si…¡como una lombriz!

Aquí en nuestro país, te extrañamos con pasión,
¡no quiero jugar parchís!, ¡te quiero aquí con biberón!;
venezolana con candidez,
reina por aclamación,
será Sarah, un melón,
¡hasta llegar a su vejez!

jueves, 5 de febrero de 2009

Lección de vida.

En nueve meses de espera,
irrumpe el humano al mundo,
¡puro! como alma ligera,
¡diáfano! como cuando está moribundo.


Una vez parido un ser, emprende su transitar,
depende de la adultez, su bienestar al comenzar;
¿será bruto?; ¿tendrá ceguera?
son interrogantes, ¿que más?,
en la cabeza de las mamás:
¡son nueve meses de espera!

Sin haber visto una luz, el miedo es el número uno,
cabeza abajo ¡avestruz!, el peor como ninguno
de los sentimientos el más profundo,
no puede tu alma con él,
ese es el que hay que vencer,
¡cuando irrumpe el humano al mundo!

Instalamos en nuestros hijos, miedos y esperanzas,
en reglas ¡somos prolijos!, pero no permitimos mudanzas,
cuando nos pega la chochera
se nos pone el corazón
duro como un chicharrón
¡puro! como alma ligera.

Al llegar a la madurez, empiezas a controlar
las emociones que tal vez, hirieron tu yo personal.
te emocionas en un segundo,
habituado a reaccionar,
¡auténtico! como cuando quieres enseñar
¡diáfano! como cuando estás moribundo.